EGIPCIA


La civilización del antiguo Egipto, ha fascinado siempre y, ha influido a menudo en las culturas que han entrado en contacto con ella, desde las lejanas épocas griega y romana. El interés por los egipcios se da en los sectores más dispares y entre personas de todos los niveles culturales, que se sienten atraídos, principalmente, por el misterio que ha envuelto con frecuencia ciertos aspectos de esta cultura y civilización, como la construcción de las pirámides, la escritura jeroglífica y las técnicas de embalsamamiento.

Emergiendo como uno de los seis estados prístinos, desarrollándose durante  más de tres mil años, y a lo largo de la sucesión de los acontecimientos que conforman su particular historia, se mantuvo intacta su particular sello de identidad.



La identidad e idiosincrasia de los egipcios, únicas entre las antiguas civilizaciones del Mediterráneo, se reflejan en el arte, la literatura, las  costumbres y creencias, la religión y los distintos aspectos de la sociedad egipcia, que ha conservado durante siglos sus rasgos y caracteres.


ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA

La historiografía moderna divide el periodo que precedió a la época dinástica egipcia, sobre el cual existen aún muchas dudas en lo referente a su reconstrucción histórica, en subperiodos caracterizados por desarrollos fundamentales de la cultura material. Las divisiones principales  son el Predinástico (4500 - 3000 a. C.) y el Protodinástico (3000 - 2682 a. C.). 

El Predinástico es una fase primitiva, que contiene la llamada dinastía `0´ (3200 - 3000 a. C.) y fue creado a propósito para abrazar el periodo de configuración del Estado egipcio, donde están presente, aunque en estado embrionario,  tradiciones que persistirían  en épocas sucesivas, como la concepción de la realeza (aunque no se ejerciera en todo Egipto), el aparato administrativo y la escritura, que apareció y se desarrolló en esta fase. El Protodinástico, o periodo Tinita, comprende las dos primeras dinastías, en las que el Estado, unificado en el aspecto político, surgió plenamente.


Busto de Akenatón
(Musée du Louvre, Paris)




RELIGIÓN Y DIOSES EGIPCIOS

El término `religión´, referido a la civilización egipcia, no designa un conjunto homogéneo de creencias conformes a una concepción fundamental y única sobre la divinidad, sino un conjunto de creencias de naturaleza y origen diversos, forjados con independencia unas de otras en torno a los distintos dioses locales, venerados únicamente por los habitantes del lugar, y que posteriormente serían relacionados entre sí por razones políticas y sociales. Esto sucedió antes del Imperio Antiguo (2649 - 2152 a. C.), y las teologías elaboradas por las corporaciones sacerdotales de los distintos templos se imbricaron y, por una virtud típica del pensamiento egipcio, asociaron elementos extraños y contradictorios a sus propios sistemas. Por lo tanto, no existía una religión común en Egipto, y el culto oficial dejaba amplio espacio a la veneración a divinidades locales.




La aceptación temporal o permanente de un dios estaba vinculada a los acontecimientos de una ciudad, y la difusión de una doctrina religiosa dependía de la notoriedad de un templo. Cuando Tebas se convirtió en la capital de las Dos Tierras a principios del Imperio Medio (2065 - 1781 a. C.), Amón, su dios fue elevado a la categoría de divinidad nacional, y su clero fue uno de los más ricos y poderosos durante siglos. Por lo tanto, el destino de las divinidades fue muy diverso. Algunas continuaron siendo veneradas localmente, y otras fueron adoradas en distintos centro o elevadas al rango de dios nacional.

Mientras que algunas deidades fueron asimiladas (sincretismo), tanto por afinidad de naturaleza, de forma o de atributos, como por semejanza en el culto a un dios superior, otras mantuvieron su propia identidad. En cualquier caso, el sincretismo no entorpecía en absoluto la libertad de las divinidades, que seguían existiendo individualmente y podían unirse a otras.


Un Panteón formado por innumerables divinidades

Los dioses se presentaban a los fieles que invocaban su protección con apariencia humana, de animal o híbrida, asociando partes de animales, normalmente la cabeza, con un cuerpo humano. Un aspecto no excluía otro (Tot: ibis, driada, hombre con cabeza de ibis; Hathor: vaca, mujer con cabeza de ternera o cabeza humana con cuernos y orejas bovinas). En la forma, los atributos y los animales a ellos consagrados, se intentan descubrir los orígenes no siempre ciertos de los dioses.

Las fuerzas cósmicas (sol, luna, tierra, cielo, aire, agua) se manifestaron en numerosos dioses, posteriormente asimilados, y también fueron objeto de cultos más intelectuales, inspirados en la creación del mundo (cosmogonías). En los santuarios de Heliópolis, Menfis y Hemólolis fueron elaboradas tres cosmogonías principales. Según los teólogos heliopolitanos, el dios-Sol, Atum, emergido del Num (Océano primordial o Caos), donde se había creado a partir de sí mismo, dio origen a una pareja divina, Shu (el Aire) y Tefnut (la Humedad). Ellos generaron, a us vez, a Geb (la Tierra, principio masculino) y Nut (el Cielo, principio femenino), de los cuales se originaron Isis, Osiris, Nefris y Set, protagonistas de la leyenda de Osiris.





Estas nueve divinidades constituían  la Enéada Mayor, a las que se sumó la Enéada Menor, encabezada por Horus y que agrupaba a otros dioses. La presencia en laregión de otro dios solar, Ra, indujo a asociarlo a Atum, creándose el dios Atum-Ra, cuyo segundo elemento suplantó muy pronto al primero en la doctrina solar. El sistema hemopolitano proponía otra organización. De hecho, la Oglóada divina, compuesto por cuatro elementos femeninos y cuatro masculinos surgidos del océano primordial, precedía al Sol. Según la cosmogonía menfita, más conceptual, la creación era obra del dios Ptah, que creó su imagen con el pensamiento (corazón) y su forma material con la palabra (lengua).

Las innumerables divinidades que formaban el panteón egipcio fueron agrupadas en tríadas, generalmente compuestas por padre, madre e hijo, cuyos elementos en singular podían aparecer en otras especulaciones, como las síntesis religiosas y los ciclos mitológicos (leyendas de Osiris, de Ra, de Horus y Set).

Osiris, Isis y Horus forman la tríada más famosa; Amón, Mut y Jonsu, la venrada en Tebas; Ptah, Sekhmer y Nefertem, la de Menfis. La religión egipcia, caracterizada por la profusión de deidades y de dogmas acompañados de múltiples interpretaciones, que se conocen a través de una amplia literatura religiosa (inscripción en templos, textos funerarios, leyendas mitológicas, himnos) en continua evolución durante la historia de Egipto, parece haber mantenido, sin embargo, un elemento estable: el culto a los dioses en los templos.


Horus
(Museo Arqueológico Nacional [MAN], Madrid)



Los ritos se desarrollaban en el interior del Templo

Los tempos eran las `moradas de los dioses´, y con su presencia y funcionamiento el mantenimiento permanente de la creación. El culto oficial, dirigido a todas las deidades y que se celebraba diariamente según un ritual idéntico en todos los santuarios, era una institución de Estado y de interés social. De hecho, tal devoción estaba encaminada a satisfacer toda necesidad física y espiritual del dios, encarnado en la estatua custodiada en el santuario, con ofrendas concretas y simbólicas, para que desarrollase ininterrumpidamente su papel de creador y defensor del orden universal, garantizando a Egipto protección, prosperidad y justicia en la persona del faraón. Sólo a él, por su naturaleza divina, incumbía el acercamiento a otros dioses, sus semejantes. Para obviar la imposibilidad de cumplir con sus deberes filiales y religiosos al mismo tiempo en todo el país, investía a los sacerdotes locales de tal honor, al estar su divina presencia mágicamente concretada en las pinturas murales y las estatuas que le representaban venerando a los dioses.


Templo de Debod (Madrid)

La liturgia se desarrollaba en la parte más recóndita del templo (la naos), a la que solo tenían acceso los sacerdotes. La arquitectura del templo-morada del dios evidenciaba la sacralización y la privacidad de este lugar, en el que convergían las líneas de fuga, enfocándolo y aislándolo a la vez. Las zonas públicas eran el primer patio y, a veces, la sala hipóstila, donde se oficiaban las ceremonias en las que participaba el pueblo. En esas ocasiones, que  conmemoraban episodios significativos de la vida del dios (nacimiento, victoria sobre los enemigos) o consistía en la visita a otras divinidades, el dios salía de su morada. Su estatua, guardada en una capilla portátil en forma de barco, era llevada en procesión por los sacerdotes.


Templo egipcio

En estas grandes celebraciones, que se prolongaban semanas, participaba toda la ciudad, además de congregarse peregrinos de todo el país. Según una usanza que se impuso durante el Imperio Nuevo (1550 - 1070 a. C.), un periodo en el que se registró un notable incremento de la devoción popular, el dios, en tales circunstancias, podía expresarse a través de un oráculo. La pregunta acerca de la salud, el trabajo o un conflicto debía ser formulada verbalmente o redactada sobre un óstracon o un pairo, de tal manera que permitiera dar una respuesta sencilla. La contestación, afirmativa o negativa, se descubría tanto en un gesto del dios como en el movimiento que él imprimía a los porteadores de la estatua, que avanzaban (para decir sí) o retrocedían (para decir no). La naturaleza divina del faraón y los ritos que se desarrollaban en el corazón del templo alejaron cada vez más al pueblo, que optó por venerar a divinidades que sentía más cercanas. La devoción popular se manifestaba, probablemente, en pequeños santuarios domésticos, semejantes a los hallados en Deir el-Medina, el pueblo de los obreros de las necrópolis reales tebanas, donde se depositaban las efigies de los dioses Amón, Hathor, Ptah, Tot, Jonsu, Osiris, etc., permitiendo mantener una relación más directa con la esfera divina.




Sarcófago
(Museo Arqueológico Nacional [MAN], Madrid)

ARQUITECTURA





Esfinge
(Musée du Louvre, Paris)

Transporte de estatua


Viviendas de los trabajadores